Aquí estoy de nuevo. Ya me conocéis. Mi nombre es Libardón.
Quiero seguir relatando mis curiosidades, anécdotas. Os diré como se celebran las fiestas. Os hablaré de las costumbres, en definitiva de la magia que me envuelve y que hace que la imaginación vuele a hasta destinos insospechados y consigo que cada vez acudan más personas, incluso varias de ellas se quedan y se hacen con una propiedad, para poder venir en cuanto tienen algún tiempo libre y poder disfrutar de las imágenes que tienen ante sus ojos y de la paz que aquí se respira.
Señal a Los Toyos |
Un viajero que pasó por aquí no hace mucho tiempo, quedó embelesado de lo que veían sus ojos. Caminaba solo, haciendo fotografías. Pensaba que no le escuchaba nadie y hablaba como si lo estuviera haciendo con alguien. Subía por una de las estrechas carreteras que lleva a uno de los barrios que forman parte de mi familia geográfica; Los Toyos.
¿Has visto el espectáculo, que tenemos delante de nosotros? El viajero, seguía hablando y haciendo fotos. El monólogo que tenía, hacía pensar que estaba acompañado por alguien. Probablemente, pensaba que efectivamente, había alguien a su lado. Su abstracción, llegó a tal punto que no se dio cuenta, que uno de sus pies se metía en un charco. Miró hacía abajo y dentro del agua un poco embarrada, encontró varios renacuajos. Abrió los ojos de forma desmesurada, estaba lleno de ellos, al poner el pie sobre el agua, salieron todos nadando del fondo del barro.
Hoy difícilmente, se pueden encontrar estos pequeños animales, incluso aunque se produzcan charcos dentro de cualquier ciudad. Hay que acudir al campo y en este caso, diré y me siento muy orgullosa por ello, que ha tenido que ser aquí, donde este viajero ha visto renacuajos.
Hoy difícilmente, se pueden encontrar estos pequeños animales, incluso aunque se produzcan charcos dentro de cualquier ciudad. Hay que acudir al campo y en este caso, diré y me siento muy orgullosa por ello, que ha tenido que ser aquí, donde este viajero ha visto renacuajos.
Renacuajos |
Levantó su mirada hacia el este y contempló las majestuosas montañas de la sierra del Sueve. Subió su cámara fotográfica hasta una altura que le permitía enfocar hacia un punto y comenzó a sacar fotos, no se cansaba, disparo tras disparo.
Se fijó en lo que era una arboleda inmensa que abarcaba una distancia bastante grande.
En la lejanía, se podían apreciar algunos grupos de casas, que daban un encanto especial a las escenas que quería fotografiar. Concretamente, las casas que se veían al fondo se trataban de algunos de los barrios que componen mi aldea. La Zorea, Raiceu, La Trapa, Carrandena y alguna que otra casa diseminada por el inmenso bosque que el viajero fotografiaba una y otra vez. Siguió subiendo carretera arriba y llegó a La Campa, allí encontró unas personas que le parecieron encantadoras. Charlaron y al momento invitaron al viajero a tomar unos culines de sidra. Se dio cuenta del carácter abierto y afable de estas personas. Normal. Son hijos de mi tierra, nacidos en esta noble y entrañable aldea. Cuando marchó de allí, siguió tomando fotografías.
El camino, aunque bien asfaltado, presentaba una subida bastante pronunciada, pero al viajero, no le importó. Pendiente de la maravilla que tenía delante de sus ojos, seguía mirando por el objetivo haciendo instantáneas y a cada momento, hablaba y hablaba. Para mi me resultó simpática tanta elocuencia y claro, yo cada vez me sentía más emocionada. Estaba hablando de mi.
El viajero oyó un perro ladrar, pero no tenía miedo a perros, ni a ningún otro animal que se le presentara. El perro en cuestión, era propiedad de los ganaderos que vivían allí y que salieron al oírle ladrar.
Entabló conversación con ellos y manifestó, lo maravillado que estaba de tener la satisfacción de haber hallado un lugar tan idílico.
Siguió subiendo, hasta que el camino o pequeña carretera terminó delante de una capilla. La Capilla de Los Toyos.
Capilla de Los Toyos |
Pensó que si seguía subiendo, llegaría hasta el cielo y así se lo manifestó a su imaginario compañero.
Genial....me encanta
ResponderEliminarMuchas gracias Clara.
EliminarParece que camino al lado de ese fotógrafo. E incluso me pareció oír al perro. Me transporta, hace que mi imaginación viaje, aunque sea un momento, veo el verde, huelo su aroma, mis ojos parecen ver las suaves montañas del sueve. Gracias.
ResponderEliminarBueno. Pues parece ser que va en serio, que os gusta. Eso está bien y aunque estéis lejos, lo sintáis tan cerca.
EliminarTodos los que habéis puesto algúno comentario; me encanta. Así sentiré que váis conmigo acompañando el relato.
EliminarPrecioso comentario. Gracias, mi vida
ResponderEliminarEspectacular
ResponderEliminarTe digo lo mismo Mamen. Si leyendo esto que escribo sobre Libardón, os llega tan hondo. Imaginad como me siento yo. Muy satisfecha.
EliminarQue gran narradora!!! Me encanta guapa, como dice, Maria Teresa, parece que vas a su lado
ResponderEliminarJajaja. Pili. Esa es la idea, que entréis dentro del relato. Gracias
EliminarQue bonito guelita 😘
ResponderEliminarMuchas gracias mi vida. Espero que estos relatos, os ayuden a no olvidar nunca parte de vuestras raíces.
EliminarMuy guapo Mari
ResponderEliminarGracias Pedro. Me gusta, que te guste.
EliminarSi, cierto.....yo tambien caminaba junto al fotógrafo, sentí, percibí y hasta oí ladrar al perro......se me hizo corto el trayecto. Gracias.
ResponderEliminarYa Mary. Este relato ha sido más corto, no por fata de material; ya que Libardón es una fuente inagotable. Gracias mi vida.🤗
ResponderEliminarPrecioso Mari eres una artista
ResponderEliminarMe encanta ,esperaremos ansiosos por el próximo
ResponderEliminarA veces al leer a uno le roban el corazón por un instante, y eso te hace sentir tan libre que puedes viajar sin necesidad de moverte. Hoy he estado en Los Toyos. Gracias, Mari.
ResponderEliminarLa idea es esa. Que el sentimiento aflore a quien está leyendo y por unos instantes, se sienta transportado. Muchas gracias por tu comentario
Eliminar