El colegio Fundación Montoto, fue fundado por la familia de Luis Montoto junto con su esposa Concepción y su hijo Tomás Montoto. Eran una familia adinerada, vivían en Loja y en 1907 optaron por hacer una fundación, para mejorar la cultura de la juventud de Colunga. Adquirieron una finca de una hectárea, en Loreto, en 1905 y en 1907 ya estaba funcionando el colegio que construyeron en ella; tenía 2 pisos: tres aulas y una capilla en el bajo y en el primero la vivienda para los profesores de la orden de La Salle, quienes se iban a ocupar de la enseñanza de los escolares de 6 a 16 años. Años más tarde decidieron admitir también a chicos de Caravia. Mi padre Víctor Granda Roza, de Luces, ya acudió a ese colegio en 1910.
En todos los pueblos había escuelas públicas; pero un solo profesor debería atender a escolares de 6 años hasta los catorce, mientras enseñaban a leer a los más pequeños los mayores no tenían quien los enseñaran otros temas, esa era la diferencia de ir al colegio ó a la escuela.
En el colegio un profesor se ocupaba de los niños de 6 a 9 años, en la primera clase, el siguiente grado se ocupaba de los niños de 10 a 12 años y en el tercer grado iban los de 13, 14 y 15 años; todos los niños estaban siempre con el mismo profesor y asignaturas más iguales. Esa era la diferencia del colegio con las escuelas públicas.
Yo, Enrique Granda Olivar, de Luces, empecé a ese colegio, con nueve años, en 1940 (nací el 18 de octubre de 1931), estuve 6 años, ya que el colegio se cerró en septiembre de 1.946, pasé por las tres clases que anteriormente indiqué estuve en la primera con el profesor Isidoro, a quién sus alumnos, dada su figura, lo apodaron como “Taponcio”; estuve dos años también con el hno. José; todos ellos eran además de muy eficaces en la enseñanza, también en el trato, jamás tenían un mal gesto, estuve así mismo dos años con el hno. Benito, un gran profesor con el que nos gustaba ir al colegio, aunque solo fuera solo por estar bajo su enseñanza y el buen clima ambiental de aquella aula.
A esta aula solo íbamos dos años los alumnos que hubieran adquirido en las aulas anteriores un buen nivel y siguieran (siempre que la situación familiar lo permitiera) con ganas de seguir formándose, pues allí ya estudiábamos contabilidad por partida doble con los libros de comercio como el Diario, el Libro Mayor, el Libro de Balances, todos ellos escritos en letra gótica y redondilla, yo aún conservo aquellos libros después de tantos años.
También estudiábamos el código mercantil, álgebra, trigonometría, francés, historia y geografía.
En todo el colegio había unos 150 alumnos, pero a estos últimos cursos solo llegamos unos 20, salíamos muy preparados, ya que todos, los 20, se colocaron en muy buenos puestos de trabajo.
Por los logros conseguidos en este colegio merecía la pena acudir diariamente, los profesores eran excelentes, yo nunca vi a un profesor pegar ó zarandear a un alumno. Nos daban un boletín con las notas todas las semanas, premiando a los primeros con regaliz; recuerdo el premio que me dieron el último día, fue un diploma de honor por haber llegado siempre a la hora (en todo el año solo falté una vez).
Estos frailes tenían una cosa buena: si tenían que dejar un chico castigado por alguna razón, invitaban al resto de la clase a quedarse; el que quisiera; y así hacían los deberes del día siguiente ayudándoles ellos mismos, los profesores, el trato era muy refinado. En la última clase solo una vez vi ponerse serio al hno Benito.
Íbamos, andando de los concejos de Colunga y Caravia, yo que iba desde Luces eran 7 km. para ir y otros tantos para volver; en los inviernos salíamos de casa de noche y volvíamos igualmente ya anochecido.
En el colegio antes de la guerra civil daban de comer a los niños que venían de lejos, los de los pueblos de Sales, La Riera, Coceña, San Juan, Güerres; los de Colunga comían en sus respectivas casas.
Los alumnos de más lejos, llevábamos una esporta con todos libros, una botella con leche y una torta de maíz, “una rosca”, y ,si ponía la gallina, también un huevo cocido, colgábamos las cestas en unos ganchos que había en el cobertizo, la verdad es que pocas veces comíamos el huevo, otro chico que tenía tanta “fame” como nosotros pedía permiso al profesor para ir al servicio y andaba registrando les esportes y nos teníamos que resignar a comer solo la leche y la rosca, la verdad es que por la noche llegábamos a casa con el cansancio de andar 14 km (7+7) y ya no podíamos con los calzones.
Los jóvenes de antes no podíamos crecer como los de ahora, que comen dieta equilibrada y más cantidad, tienen más limpieza y mejores ropas; en las aldeas no teníamos agua en casa, había que ir a buscarla a fuentes del pueblo, agua que estaría contaminada por las cuadras próximas.
Algunas casa no tenían luz eléctrica o como mucho una sola bombilla, no había contador, se pagaba un duro al mes, en las casas el piso del medio era de madera y por un “furacu” la bombilla subía y bajaba. Desde casa al colegio íbamos en madreñas (no había para comprar botas), si veíamos que amanecía sin nubes las guardábamos detrás de una sebe, y al volver, si llovía, cogíamos las alpargatas en la mano hasta llegar a ellas y calzarlas para que no vieran en casa que las habíamos guardado.
Después de todas estas calamidades no nos sentíamos mal, ya que no conocíamos otra cosa mejor. Los escolares de ahora, aunque no faltan penas, viven mejor, van sus padres a llevarlos al colegio, van bien vestidos, bien aseados, bien comidos, no van en madreñas con escarpinos, mejor es así.
Los escolares de 15 años, que destacaban por su preparación y aplicación podían seguir en el colegio un año más y salían del colegio con 16 años y con alto grado de preparación con posibilidad de una buena colocación para llevar una contabilidad por partida doble, todo se escribía con letra redondilla y gótica.
Voy a intentar acordarme de los apellidos de los alumnos de los pueblos del concejo de Colunga y Caravia y que me disculpen los que omita; la edad ya me pasa factura y me va faltando la memoria.
De Lastres, iban: Granda, Cuesta, Caravia, González; de Luces: Álvarez, Moro, Cristóbal, Álvarez, etc; de La Isla: Felgueres; de Carrandi: Monato, Cinivo; de Gobiendes: 3 hijos de Xico; de La Riera: Fidalgo, los 5 hermanos Caride; de Sales, iban: Ordieres, Cueli, Bueno, 2 Vallina; de Huerres: Argüero; de San Juan: los Collado; de La Poledura: Sanchez, Collado y Argüero; de Libardón: los Cortina; de Caravia: los hermanos Acerete. De Colunga, iban: Alvarez, Cueli, Salamanca, Cueto, también Angel, nieto de Salomón; el abuelo arreglaba paragüas y cacharros de cocina, en un pequeño local en una calle estrecha que sube por la derecha de la tienda de fotografía de Junco, al llegar al final, se entraba a su taller por una puerta muy bajina, el padre de “El Colillo”, que era su apodo, trabajaba de pintor.
Éramos unos 120.
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foto del año 1.910. Los 120 alumnos del primer curso del Colegio de Loreto- Colunga. |
Adjunto 2 fotos: una de 1.908, en la cual estaba mi padre Víctor Granda Roza, parecen una multitud y la otra de 1.996, en la que ya somos muy mayores, pueden comprobar que ya tenemos canas, de aquella teníamos entre 70 y 80 años, el mayor era de Pernús, Balbín, que ya tenía 80 años y el más joven Fernando Bañuelos de Colunga. Éramos sobre 65 vieyos. Nos veíamos por Colunga los jueves y surgió la buena idea de hacer todos los años una comida y una misa funeral, por los fundadores, por los frailes y por alumnos también fallecidos.
Empezamos siendo 75 y el último año, en 2015, solo éramos 7, la edad nos va dejando en la cuneta.
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foto del año 1993, somos unos 70 ex-alumnos del colegio Loreto, Colunga. Desde entonces nos seguimos reuniendo todos los años. Este año 2016, solo vamos a ser 6, "nos vamos quedando en la cuneta". |
Quiero comentar asimismo que en el sello y membrete de cartas y documentos del colegio, el nombre del colegio figuraba como
“ Colegio de La Inmaculada y San Luís”, como se llamaban los fundadores.
Deseo comentar que esta familia además del colegio fundó y construyó en 1.920 la residencia de los asilos de Colunga y en 1.926 la iglesia de San Juan.
También quiero recordar que D. Luís Montoto no fue muerto de muerte natural, sinó que fue muerto en la contienda del 36.
Como otra muestra del celo y buen hacer de estos
profesores voy a contar otro relato de su interés por el alumnado. En 1.946,
último curso de este colegio, la fundación estaba presidida por seis personas
de Colunga, ya mayores y con estudios, eran: D. Benito, militar retirado con
grado de coronel, D. Perfecto Cortina,
D. Arsenio Gancedo, el párroco D. José, apodado “ Rucateyes”, Vicente Cueto y Mª Josefa Cortina; estas
personas presenciaban los exámenes finales, en ese año uno de ellos se iba a
ausentar unos días y anticiparon una semana los exámenes, al terminar el hno
Benito, el director, nos dice que las vacaciones serán, como debían ser, una
semana después y en esa semana nos hizo aprender memorizando todos los partidos
Judiciales de España, son 500, yo aún los recuerdo.